DB Multiverse

DBM Universo 16: La unión de dos vidas

Escrito por Syl & Salagir

Adaptado por Alice

Cuando Vegetto entró en el cuerpo de Buu, tomó una decisión: mantener su escudo (U16) o liberarlo (U18). Esta es la historia de lo que sucedió después... A pesar de que Vegetto ha salvado el universo, Goku y Vegeta, quienes lo crearon, definitivamente han desaparecido...

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[Chapter Cover]
Parte 1, Capítulo 7.

Capítulo 7: La teletransportación de Kibito

Traducido por Alice

Vegetto, sentado en el suelo, escuchaba atentamente a Shibito que trataba de explicar el funcionamiento de su técnica:

“Es realmente algo parecido a tu técnica de Transmisión Instantánea, explicó el dios. Dime lo que haces cuando la practicas.”

“Bueno, me concentro para identificar el ki hacia el cual quiero ir, lo sitúo, y luego me visualizo a mí mismo junto a esa persona... Dijo Vegetto, con los brazos cruzados y los ojos levantados al cielo, un signo de reflexión en él. Y, por último, concentro mi energía para impulsarme en el espacio cerca de ese ki...”

“Es prácticamente el mismo proceso. Sonrió Shibito. No tardarás mucho en aprender la técnica. Te doy como mucho una semana...”

“¡Bah! dijo Vegetto, altivo. Tres días serán más que suficientes.”

“Te daré un voto de confianza en eso. Ríe Shibito, consciente del fervor que su amigo ponía en aprender las técnicas, especialmente las interesantes. En primer lugar debemos meditar, dijo. Se trata de una técnica basada en la fuerza mental, debes prepararte.”

Vegetto sonrió al dios y cerró los ojos. Sus facciones se relajaron, así como los músculos de su cuerpo. Shibito entendió que el Saiyano había hecho un vacío en su mente. Para no interferir, se alejó en silencio a meditar en su rincón. Unas horas más tarde, Vegetto sintió que su mente estaba a plena potencia. Abrió los ojos, decidido a ejercitarse. Shibito, habiéndolo notado, se levantó y explicó:

“Para moverte, antes visualizabas una fuerza, ahora tienes que visualizar un lugar. ¿Ves esa roca de ahí? preguntó el dios señalando con un dedo a una imponente roca a unas decenas de metros. Tienes que ir junto a ella. Tómate tu tiempo.”

Vegetto asintió con la cabeza y cerró los ojos otra vez. El recuerdo de la roca en su cabeza era bastante claro. Se vio sentado en su posición actual junto a la roca. Entonces empezó a canalizar su energía en su cerebro y en la punta de los dedos y la llevó hacia la frente. Proyectó su cuerpo y abrió los ojos para ver... Que no se había movido un pelo.

“No esperaba que tuvieses éxito al primer intento, no te preocupes.”

Vegetto suspiró decepcionado. En ese momento, Shibito preguntó:

“Por cierto, siempre me he preguntado cómo lo hacías para ir a tu casa. Es un lugar después de todo. No pensabas en tu apartamento, ¿verdad?”

“De hecho, confesó Vegetto, pensaba en el ki de mi vecino.”

El dios sonrió ante la astucia de su amigo. Sonrisa que el Saiyano le devolvió antes de cerrar los ojos para volver a sumergirse en el ejercicio. Unas horas más tarde, un rugido le hizo salir de su trance. El dios le dirigió una mirada interrogante, a lo que respondió con una pequeña mueca de vergüenza y un tímido:

“Tengo hambre...”

Shibito suspiró ante la situación tan cómica, luego se levantó y le indicó una dirección a Vegetto.

“Allí hay una pequeña cabaña donde hay todo lo necesario para cocinar. ¿Me necesitas para cocinar?”

Vegetto se detuvo unos segundos. ¡Nunca había cocinado él solo, siempre eran Bulma o Chichi las que le preparaban la comida! Estaba a punto de aceptar, pero rápidamente su orgullo se impuso:

“No, gracias, ya me las apañaré.”

Vegetto voló hacia la dirección que le había indicado Shibito. Penetró en la mencionada cabina, pero se mantuvo en silencio ante los alimentos almacenados en el interior. Nunca se había preparado comida en su vida. No queriendo ir a pedir a un dios consejos de cocina, inspeccionó en la nevera y se comió toda la comida en su estado original, es decir, cruda y fría. Después de vaciar la despensa, se sintió muy poco más saciado. Resignado y frustrado, regresó a su lugar y se sentó. Intentó vaciar su mente, pero su estómago todavía se hacía notar dolorosamente. ¿Y tendría que soportar esto durante un año entero? Vegetto frunció el ceño, pensando en las vacas flacas que llegarían. Shibito abrió un ojo para ver a su amigo, preocupado, pero lo cerró rápidamente. Tenían que concentrarse para que el Saiyano aprendiese la técnica lo más rápido posible. Obviamente no era una cuestión de fuerza física, ya que como Shibito fácilmente reconocía, era mucho más débil que el otro. Vegetto no debía de estar completamente tranquilo.

Al día siguiente, Vegetto todavía meditaba. El dios había hecho llenar de nuevo la despensa vaciada el día anterior. El Saiyano efectivamente no se sentía muy tranquilo. Hacía ahora bastante tiempo que quería concretar las cosas con Bulma y Chichi. Decir a Chichi que prefería estar más cerca de Bulma, y decirle a ésta que quería vivir en su casa más bien que solo. Solo que no quería ser brusco. Esa situación realmente le pesaba, y meditar con la mente llena era imposible. Molesto, sacudió la cabeza. Los sentimientos estaban empezando a comerle la cabeza. Él decidió que en cuanto supiese cómo ejecutar la maldita técnica, iría a aclarar la situación. Esta resolución le liberó del peso que lo retenía. A continuación, se centró en la roca que su mentor le había indicado el día anterior. La veía y sentía más que claramente en su mente. Ahora hacía falta ir hasta allí. Podía sentir su energía empujándolo hacia adelante. Después de todo, se supone que tenía que ser como con la Transmisión Instantánea. Se movió en el espacio en el pensamiento, y abrió los ojos. Todavía no se había movido. Pero, ¿qué tenía entonces que hacer para ser capaz de moverse? El dios, habiendo sentido el cansancio de su compañero, se levantó y le ofreció:

“¿Necesitas ayuda? ¿Una indicación?”

“No, debería ser capaz de lograrlo con lo que me dijiste...” Respondió Vegetto al relajar los músculos.

Shibito sabía por qué no quería más ayuda. Célula había aprendido antes su técnica de Transmisión Instantánea sólo con mirarla una vez. Se culpaba por no ser capaz de igualar la genialidad de aquel luchador excepcional. El Saiyano suspiro de forma violenta. Canalizó su energía al máximo. Esto no era en realidad tan difícil. En lugar de ir hacia una fuerza, tenía que ir a un lugar. Tenía que encontrar un vínculo. Esa roca, la tenía ahí, en la cabeza. A fuerza de haberla observado comenzó a conocer hasta la menor de sus grietas, y la fisonomía de la más pequeña brizna de hierba. Tal vez no bastaba con ver ese lugar. Tal vez tenía que sentirlo. Era sin duda lo que hacía diferentes esas dos técnicas. Cualquier persona puede visualizar una ubicación. Lo que importa es sentir ese lugar, como se siente un ki, con el fin de poner el suyo a su lado. Él puso sus dedos índice y mediano en la frente con el fin de aumentar su concentración. Esa roca era un ser vivo. Alrededor había hierba, encima musgo y dentro todo tipo de animales. Vegetto sintió todas estas entidades reunirse en el lugar a donde intentaba desesperadamente ir. Ahora tenía que lanzar su ki hacia la roca. Su rostro se contrajo con el esfuerzo. Tensa, frunció el ceño y después... Abrió los ojos. Se dio cuenta de que había saltado una buena decena de metros. Shibito exclamó:

“¡Por fin le has cogido el truco! Ponte en tu posición original y practica hasta que hayas adquirido mayor precisión.”

Vegetto se levantó y caminó hasta el lugar de donde venía, tan feliz que hacía alarde de una gran sonrisa. No se sentó, y prefirió permanecer de pie durante el segundo intento.

Shibito estaba muy complacido con su discípulo. A cada intento se acercaba un poco más. Si esto continuaba, quizás habría dominado completamente la técnica al día siguiente, como había dicho. Vegetto volvió a vaciar la despensa a lo largo del día. El joven dios se dijo que quizás su alumno habría aprendido la técnica más rápidamente si no hubiera tenido hambre. Sobre todo porque esa técnica consumía mucho las reservas de energía. Al día siguiente, Vegetto llegó a teletransportarse a sólo 5 metros de su objetivo.

“Trata de ponerte a menos de un metro, dijo Shibito. Entonces pasaremos a algo más difícil.”

Vegetto se concentró con todas sus fuerzas. Puso sus dos dedos en la frente y se lanzó. Se retiró a toda prisa, sorprendió al sentir la fría piedra junto a su codo. Por fin, una sonrisa de oreja a oreja, satisfecho de haber alcanzado su meta. Shibito lo felicitó:

“¡Es genial, Vegetto! Ahora necesita conseguir desplazarte hacia un objeto que no puedes ver. ¿Ves la cabaña de los alimentos? Tienes que conseguir ponerte a menos de tres metros de ella.”

“¡Bah, fácil!” fanfarroneó el Saiyano.

Utilizó sus recuerdos de la despensa para sentirla y desapareció bruscamente. Se encontró a una buena decena de metros de la cabaña. Decepcionado, regresó al lado de la roca por teletransporte. Shibito sonrió:

“No trates de ir demasiado rápido. Tómate tu tiempo. Cuando estés a menos de tres metros de la cabaña, me llamas y seguiremos practicando.”

“¿Es decir?”

“Tratarás de ir a un lugar que conoces y que no está en el reino de los dioses. Tu casa, por ejemplo.”

Vegetto tragó saliva. No estaba sino al comienzo de sus penas...

“¿Todavía no lo has conseguido?” preguntó Shibito a Vegetto, cuando éste regresó de otra prueba.

“A cuatro metros... Murmuró con ira el Saiyano.”

“Mira entonces el lado bueno de las cosas, te estás acercando.” Dijo de manera positiva el dios.

“Aún no es el límite que me pusiste. Siento menos la cabaña que la piedra. Gruñó Vegetto con exasperación.”

“Es normal, no la ves. Explicó Shibito. Lo conseguirás.”

“¡Espero que sí! ¡Ya hace un día que me estoy entrenando!” exclamó Vegetto.

Volvió a ponerse en posición de concentración. El ejercicio resultaba ser mucho más difícil de lo que pensaba. Con la Transmisión Instantánea, la distancia era lo de menos, pero ahora cuanto más lejos estaba el objeto, más energía gastaba, y tenía hambre. Lo volvió a intentar, pero volvió a caer a cuatro metros de la cabaña. Volvió a su punto de partida y se dio cuenta de que Shibito lo miraba con ansiedad.

“Definitivamente tienes hambre, adivinó. Tal vez deberías tomar un descanso, voy a ir a buscarte algo de comer.”

“No, lo voy a conseguir.” Le interrumpió el orgulloso guerrero. Voy a estar hambriento perpetuamente durante un año, tengo que acostumbrarme un poco... Y además, los tres días se terminarán pronto, y no lo habré conseguido... Así que por lo menos esto, y luego ya haré una pausa para el almuerzo.

Shibito respetó la decisión del Saiyano, y se sentó, con las piernas y los brazos cruzados, para meditar. Vegetto desapareció y reapareció un poco más cerca todavía de su meta.

“Lo voy a conseguir... Pensó. Cada vez me acerco un poco más... Tengo que llegar.”

Puso sus dedos en la frente, pero en el momento de desaparecer falló. El hambre le roía. Necesitaba nutrientes, pero no quería decirle nada a Shibito cuando acababa de declinar su oferta. Tenía que aprender a vivir con eso. Sacó otra vez energía, puso sus dedos en la frente, y todo se hizo negro.

Vegetto abrió a duras penas los ojos. Lo primero que vio fue a un Shibito preocupado e inclinado sobre él. Parpadeó varias veces para restablecer su visión. Todo a su alrededor era extremadamente borroso. Shibito suspiró con alivio cuando vio que su alumno había despertado por fin.

“¿Vegetto, te sientes bien?”

El Saiyano gruñó y llevó su mano derecha a la frente. Además de tener el vientre doliéndole por el hambre, tenía un dolor de cabeza. Se dio cuenta de que Shibito le había traído por lo menos diecisiete platos bien surtidos. Vegetto miró inquisitivamente a su maestro que le dijo, entregándole un plato de fideos fritos con pollo:

“¡Te lo ruego, come un poco! ¡No será empujando tus límites que podrás dominar la técnica más rápido!”

Vegetto no respondió de inmediato, buscando palabras. Después se levantó y tomó el tazón susurrando un tímido "gracias". Se tragó la comida en silencio en menos tiempo del que se tarda en decirlo. e sintió mucho mejor, aunque persistía un hueco profundo en el estómago. Shibito dijo:

“Apuesto a que ahora podrás ser mucho más preciso.”

Y acertó. Vegetto apareció a dos metros de la cabaña. Volvió, satisfecho.

“Ahora, tú eliges. O bien dedicamos el resto del día a descansar, y pasamos a lo difícil mañana, o bien te sientes con fuerzas para algunos ejercicios.”

“¡Siempre se pueden intentar algunos ejercicios!” dijo Vegetto con fanfarronería.

“Como quieras. Tienes que conseguir aparecer en tu sala de estar. Es mucho más difícil, ya que cambias por completo de mundo. Concéntrate bien si no quieres encontrarte con algunas... Malas sorpresas.”

“¿De qué tipo?”

“Como por ejemplo, encontrarte en el baño de tu vecino.”

“Ah, sí, sí... murmuró Vegetto, mucho menos seguro de sí mismo de repente.”

Se concentró en su apartamento. Su sofá, la mesa de café, los platos que se habían acumulado encima, su alfombra marrón... Buscó un punto de vida. Se centró en la planta verde. Debía tener todos los detalles del lugar en su cabeza, de lo contrario todo se iría al garete. Shibito sintió su ki rezumar por los poros de su piel, revelando el estado de concentración extrema en el que se encontraba su alumno, cuando Vegetto de repente abrió los ojos y se puso los dedos en la frente antes de desaparecer... Para volver a aparecer un poco más lejos después de unos segundos. El dios, curioso por saber dónde había aterrizado Vegetto, le dirigió una mirada inquisitiva, a lo que el Saiyano respondió:

“He aterrizado en el pasillo.”

“¡Ya está muy bien! le felicitó Shibito. Todavía no tienes la precisión necesaria, pero no importa. ¡Has logrado teletransportarte sin problemas en un tiempo récord!”

“¡No, no está bien! se enojó Vegetto. ¡Aunque pongo todo mi esfuerzo en focalizarme en un lugar y concentrar mi energía antes de desaparecer, ni siquiera soy capaz de hacerlo bien!”

Vegetto liberó su ki con ira. Sus cabellos se erizaron un poco más y adquirieron un tono dorado. Su aumento repentino de energía liberó grandes ráfagas de viento, haciendo volar a Shibito. El Súper Saiyano gritó:

“¡Estoy harto de estar bajo la sombra de los que me hicieron nacer, harto de las putas responsabilidades que tengo, harto de tener que estrujarme los sesos para pasar tiempo con mi familia equitativamente, harto de moverme entre dos aguas, y sobre todo estoy harto de esta mierda de falta de energía!”

Pasó la etapa de Súper Saiyano para entrar en un nivel superior. Su aura se volvió más dorada que nunca, deslumbrando al dios que fue presa del pánico ante la ira incontrolable de su discípulo, que continuaba gritando sus sentimientos:

“¡Quiero que se me deje vivir tranquilamente, joder, no he tenido ni tiempo de hacer nada malo en esta puta vida! ¡Yo no merezco sufrir todo esto! ¡Todo lo que quiero es tirarlo bien lejos de mí! ¡Estoy hasta la coronilla de los problemas, las familias y de las ansias de comer!”

Se terminó con un gran grito mientras empujaba su poder a un nivel sin precedentes al convertirse en un Súper Saiyano 2. Shibito no creía lo que veía. El poder de Vegetto era fenomenal. ¡Nunca había sentido nada igual! Se dio cuenta de que estaba temblando incontrolablemente, profundamente impresionado. Se levantó tambaleándose y se acercó a Vegetto. Este último le dirigió una mirada oscura, reflejo de su estado de ánimo cuanto menos tormentoso.

“Eh... Escucha Vegetto... Esto... Cálmate, ¿ok? balbuceó Shibito. No pasa nada si no lo consigues a la primera, es hasta normal de todos modos, pero por favor, contrólate...”

Vegetto miró hacia abajo. La vena en su frente le latía con fuerza. El Saiyano dobló su codo y dijo:

“Yo... Ya no puedo soportar esta situación...”

“Necesitas descansar, amigo mío. Relájate y vámonos a dormir. No importa si no has dominado la técnica en tres días. ¡Cuatro es también impresionante!”

“A Kibito, de todos modos, le costó más de 15 años aprenderla... Pensó el dios, con mala cara"

Vegetto relajó sus músculos, su pelo volvió a ser negro, se hundió un poco, y su aura bajó considerablemente de intensidad. Por último, se dirigió al lugar donde dormía desde hacía tres días sin decir una palabra y se acostó. Se quedó dormido rápidamente. Shibito, todavía aturdido por la ira de su alumno, se fue a la cama también, con la mente preocupada.

Al día siguiente, cuando Shibito despertó, se dio cuenta de que el Saiyano ya no estaba ahí. A continuación, intentó en vano localizar su ki para poder unirse a él. El ki de Vegetto había desaparecido literalmente del reino de los dioses. Presa del pánico, iba a llamar al anciano dios cuando el ki de Vegetto reapareció. Entonces voló a toda velocidad hacia él. Vegetto estaba de pie, sonriendo. Cuando vio a su maestro, le dijo, lleno de orgullo:

“¡Lo he conseguido!”

Shibito suspiró con alivio. Le dijo:

“Entonces, si me permites, después del almuerzo, visitaremos el planeta que te encontré.”

El Saiyano asintió con impaciencia. Engulló casi veintidós platos diferentes, y luego dejó que Shibito pusiese su mano sobre su hombro antes de sentirse arrastrado hacia un destino desconocido para él. Cuando abrió los ojos, estaba en una vasta llanura de flores. Una ligera brisa de verano sacudía la verde hierba así como hojas de árboles estaban esparcidas por todas partes. El cielo, atravesado por unas pocas nubes, era del azul más puro que jamás había visto. Por aquí y allá corrían unos pocos animales desconocidos para Vegetto. Lo que le llamó la atención en el momento era una especie de cánido de un metro de altura atigrado por la cabeza y las patas con pelaje blanco. El animal bufó una masiva llamarada antes de desaparecer entre un arbusto. Asombrado, el Saiyano preguntó tímidamente:

“Entonces, ¿aquí es donde voy a cultivar mis senzus?”

“Sí. Confirmó Shibito. Es aquí.”

Ilustración de :

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